Charles De l'Orme (1 de enero de1584-24 de junio de 1678) fue un médico francés que ejerció en varias regiones de Europa durante el siglo XVII. Charles era hijo de Jean Delorme (profesor de la Universidad de Montpellier), quien fue el médico principal de Marie de 'Medici. Esto finalmente abrió las puertas para la carrera médica de Charles poco después de graduarse de la Universidad de Montpellier en 1607 a la edad de 23 años. Primero vino a París después de graduarse para practicar la medicina bajo la atenta mirada de su padre, hasta que estuvo listo para practicar. como médico regular por su cuenta. No hay registros de sus matrimonios, excepto que se casó por tercera vez a la edad de 78 años. Esta esposa murió dentro de un año.
Charles fue el médico personal de varios miembros de la familia real de la Casa de los Medici desde 1610 hasta 1650. Fue el médico principal de Louis the Justo después de que su padre se retiró y, además, se convirtió en el médico principal del hermano del rey Gastón, duque de Orleans. a partir de 1629.
Charles era el médico jefe de tres reyes franceses, Enrique IV, Luis XIII y Luis XIV. [8] Tenía mucha reputación en su profesión de médico. Adquirió la amistad del cardenal Richelieu y el canciller Pierre Séguier, quienes le otorgaron una pensión.
Charles se hizo rico en una práctica médica de la prescripción de un brebaje de antimonio a Enrique IV , Luis XIII , el cardenal Mazarino , y la señora de Sevigné como, la preparación se extiende con la salud y la restauración de la vida, preservar la salud. Este concepto fue iniciado originalmente por Basilio Valentín en su obra Currus Triunfal Antimonii ( "El carro triunfal del antimonio"); que obtuvo la idea de los beneficios médicos de Paracelso (1480-1541). Charles afirmó "qui Plus en Boira, más IL vivra" ( El que bebe más vivirá más ). Algunos de los pacientes a los que se prescribe este brebaje eran Guez de Balzac , que vivió hasta la edad de 70, Nicolás Boileau , que vivió hasta la edad de 75, y Daniel Huet , que vivió hasta la edad de 91. Charles propio casi se convirtió en una centenaria .
Los sanitarios reclaman material para combatir el coronavirus. Batas, gafas, guantes, mascarillas. La primera línea de defensa son los médicos. Nuestra protección comienza con su protección. ¿Pero quién fue la primera persona que introdujo esa indumentaria para atajar los brotes infecciosos que ahora vemos a diario? Su nombres es Charles de Lorme, un doctor de reputación, que trabajó para nobles y reyes a lo largo del siglo XVII. Su padre había ejercido el oficio de la medicina y su prestigio le había llevado a servir para Marie de Medicis. Él heredó una vocación que había visto practicar en su casa desde pequeño. A diferencia de los doctores de la Edad Media, de esos hombres que aprendían sus remedios aquí y allá, y que en muchas ocasiones tenían más de vendedores ambulantes que de auténticos científicos, Charles de Lorme estudió en la universidad de Montpellier. A lo que había aprendido en su hogar había que sumar la experiencia de su progenitor y lo que él añadiría posteriormente a esas lecciones que recibió a lo largo de su juventud.
Para salvar a los doctores que atendían a los enfermos, Charles de Lorme, que trabajó para tres reyes franceses, Enrique IV, Luis XIII y Luis XIV, y que a lo largo de su existencia demostró poseer un enorme tesón y una vocación por el estudio que le llevó a escribir diferentes tratados de su disciplina, decidió introducir unas medidas que ayudaran a los médicos a no contraer infecciones. Hombre de carácter amable, fuerte, con verbo, conocedor de idiomas y con un excelente humor, determinó instituir un traje, hoy reconocible, que ha sido el antecedente del hoy vemos en los hospitales. Para evitar los contagios entre los profesionales de su gemio, decidió que todos los médicos debían llevar un abrigo largo que llegara hasta el suelo, unas botas de caña alta y un sombrero para recubrirse la cabeza. Pero la parte más reconocible es una máscara para cubrirse la cara, provista de algunas gasas y pañuelos en los conductos de la nariz para evitar impregnarse con las miasmas de los pacientes, y unas gafas para evitar exponer los ojos. Era un atuendo tosco, recubierto en ocasiones con sustancias para hacerlo más eficiente, que los siglos han ido refinando y mejorando hasta llegar a los actuales.