El alquimista convertido en Arcano de la verdad, descubre la Piedra Filosofal y su Leyenda Personal, su poder, su uso y finalmente la consecuencia de, camino, verdad y vida que reside en ella. La Piedra filosofal transforma todo a su alrededor, todo lo vil en noble, todo lo que toca lo purifica. Así mismo debe tener un efecto multiplicador para convertir el mal en bien, con modestia, clemencia y tolerancia. Consciente de que el Mundo reside en él y de que entre él y el Mundo no hay diferencia, debe transformar los vicios (metales viles) en virtudes (metales nobles) y a los hombres en hermanos, a los ignorantes en sabios, a los hipócritas en sinceros y a los ambiciosos en humildes. Dueño del gran secreto reposa feliz y realizado.
Labor
Al operar, el alquimista se va haciendo consciente y al ser consciente se hace bueno. Entiende la ciencia del bien y del mal.
El fin último de los alquimistas es el de ayudar a la Humanidad, y no solo la vil transmutación de los metales en oro, que ha sido la verdadera causa de la postración y ridiculizamiento de la Alquimia en nuestros días.
La alquimia es una antigua disciplina filosófica y forma de pensamiento especulativo, de tipo protocientífico. Fue practicada desde la Antigüedad hasta el siglo XVIII, cuando fue desplazada por el surgimiento de la química.
Su práctica fue común en territorios tan diversos como las antiguas Mesopotamia, Egipto, Persia, India, China, Grecia y Roma, pero sobre todo en el Imperio Islámico (632-750 d. C.) y en la Europa medieval. Abarcaba una vasta y compleja red de escuelas y vertientes a lo largo de casi 4000 años de historia.
La alquimia se encontraba íntimamente vinculada con la astrología, ya que el hombre antiguo buscaba una correlación entre los asuntos de la tierra y los del cielo, y aspiraba a aprender a manipularlos para su propio beneficio.
En ese sentido, entre los intereses de la alquimia figuraban los de las disciplinas modernas de la química, la metalurgia, la física, la medicina y la semiótica, pero también el misticismo y el arte. Era a la vez una disciplina protocientífica y una disciplina espiritual.
El nombre alquimia proviene del árabe al-khimiya, de donde surgió también la palabra “química”. Este término árabe probablemente provenga del vocablo griego khumeia (“verter juntos”, “soldar” o “alear”) o del persa kimia (“oro”), ya que era un objetivo común de la alquimia transformar elementos innobles en metales preciosos, como el oro.
Otra explicación sugiere como origen del término la voz egipcia kême, que se empleaba como el nombre de Egipto. De allí provenían los más antiguos textos alquímicos “sobre el arte de fabricar oro y plata”, en palabras del emperador romano Diocleciano (244-311), quien ordenó quemarlos en un decreto en el año 300.
La alquimia tuvo mala fama durante gran parte de su historia. En algunos lugares solía ser arte de engañadores y charlatanes, y en la Europa cristiana medieval era considerada fuente de saberes ocultos, brujería y cabalismo